jueves, diciembre 29, 2005

Sueño que hay...

Muchísima gente en un enorme espacio ovoide de madera.

Sombreros de copa, máscaras y enmascarados. Escaleras traseras, espacios recogidos, lúgubres y angostos, atrapados en las costillas del descomunal huevo, a lo alto. Vistas privilegiadas, las vistas de los que lo construyeran. Vistas para el que sepa llegar, para el que no se pierda no para todos.

Personas que le son próximas le rodean y festejan, a lo profundo, en el gran pabellón ovoide.

Funde a negro.

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Queriendo, se pueden encontrar formas en la más profunda de las oscuridades.

Dicen que las luces cegadoras dejan grabadas algunas formas en la retina. A oscuras intentamos seguir esas formas, lucecitas en las tinieblas, con la mirada. Esas formas se desplazan hacia la periferia de nuestra visión apenas les prestamos atención.

Habrá quienes digan que se desplazan porque, al estar grabadas en la retina, y al desplazarse la retina misma al rotar el globo ocular, se desplaza, no la zona de la retina en la que percibimos y que sería básicamente el fenómeno que hace que seamos sensibles a los movimientos que apreciamos con el sentido de la vista, sino las mismas formas que pretendemos seguir, adheridas al mismo aparato que utilizamos para percibirlas… esas son las formas que perseguimos, sin poder alcanzar jamás, a imagen del gato que trata de morderse la cola.

Mentiras.

Esas formas, grabadas en la retina se mueven porque son condenadamente astutas, porque ocultan los grandes secretos de la humanidad y no se prodigan con cualquiera. ¡Y ay del que desvele sus secretos! Cien veces será maldito.

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Sube unas escaleras retorcidas, con su antifaz es invulnerable, su traje le hace inmune a los vicios de su propia personalidad. Ha penetrado en un mundo con una única pared curva a su izquierda, un tajo acristalado y recto a su derecha le deja ver el lugar del que viene: el gran pabellón. En la nueva sala, estrecha pero limpia, hay gente también. Gente que rezuma ya cansancio y que ha dejado de sudar hormonas para sudar toxinas, pero la celebración continua, febril.

Hay una mujer que quiere de él. ¿Su presencia? ¿Diez minutos de su tiempo? ¿Consuelo? ¿Qué quiere ella? Ni siquiera es particularmente hermosa… y es esa una gran falta para una dama.

No puede recordarlo, pero le guarda rencor. Su impulso natural es la desconfianza ciega y como no tiene motivos para hacer nada distinto, como no tiene recuerdos, se marcha.

Ella parece herida, pero digna y orgullosa se traga sus sentimientos.

¿Finge? Le gusta pensar que sí, no le gusta hacer daño, aunque está casi seguro de que si fuera consciente y pensara con la cabeza estaría de acuerdo con que cada uno ha tenido lo suyo.


[Continuará]

2 Comments:

Blogger Lince said...

yo creo que una de las mayores faltas de una dama es tener las tetas pequeñas.
seguro que tú también pero te lo callas.

7/1/06 15:43  
Blogger M. said...

Ehhhh! Yo tengo las tetas pequeñas... Ay mamá. xD

Álvaro, capullo, actualiza.

24/1/06 00:12  

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