jueves, octubre 20, 2005

El sueño de Jonás

Ante el aluvión de quejas, y teniendo en cuenta que tengo por sistema no cumplir lo que anuncio, traduzco el cuento del anterior post.

Ahora que me traduzco y me leo después de más de dos años... casi lo veo como un exorcismo. Además, veo bastantes fallos que he preferido respetar y no me acaba de convencer del todo algo del fondo de la cuestión (un poco naïve), pero creo que tiene un par de ideas buenas. Nada de segundas ediciones, sólo una traducción:

El sueño de Jonás

Jonás había dejado pasar el tiempo sin darse cuenta, sin entender nunca nada.
Rondaba la treintena pero nunca había hecho ninguna salvajada, nada anormal. Tan sólo había dejado pasar la vida, sin hacerse daño, sin hacerle daño a nadie. Nunca se había batido por una causa ni material ni espiritual, nunca había experimentado una vivencia atroz, nunca un verdadero amigo muerto, nunca una mujer con el corazón destrozado. Solamente había vivido en la ilusión de que el mudo no tenía que ver con él. Dejaba pasar los días como si el vivir no fuera sino una inevitable molestia. Vivía, sí, pero no del todo. Cuando de noche se iba a la cama, el terror le asfixiaba. Tardaba horas en dormirse, y ciertas noches, se prometía que el día siguiente habría sido el inicio de una nueva vida.
No es que quién sabe cuáles dudas existenciales lo atormentasen, pero a veces sentía que había perdido demasiado tiempo, que nunca había hecho nada digno de ser recordado, que no era en especial en absoluto. Bueno para nada. Evitó las aventuras cuando se le presentaron y nunca creía en la palabra dada. Se obstinaba en juzgar a las personas pero no se implicaba en sus vidas. ¿Creía Jonás en algo?
Si Jonás hubiese vivido en nuestros días, habría terminado en un minúsculo apartamento en algún barrio secundario de la periferia, obrero en una fábrica o empleado en alguna oficina aun más gris que sus pensamientos. Quizás una noche habría oído por la ventana el sonido de un saxofón en las manos de un virtuoso que se prodigara entre los oídos menos dignos de una manera inaceptable para cualquiera con más altas ambiciones que aquel. Habría quizás comprendido que él no sabía hacer nada tan bien como aquel tocaba el saxofón y por tanto se habría deprimido aún más. Quizás se habría dado la muerte. Si hubiese sido así, seguramente habría terminado como una pequeña necrológica en algún diario secundario de una provincia de segunda. O acaso: “Se suicida por haberse implicado en asuntos oscuros”, habrían especulado los periodistas, a la caza de estúpidas noticias que acallaran la sed de morbo y de fealdad que el pueblo necesita para sobrevivir. No habrían intuido, o habrían considerado menos rentable la verdad: aquel hombre había muerto porque el sonido de un metal le había hecho comprender que simplemente había fracasado en la vida.
“Hoy” habría soñado escuchar Jonás, días antes, por boca de una conciencia superior, de un hipotético Ángel de la Guarda “conocerás a alguien que te hará cambiar tu vida. Aprovecha la oportunidad y hazte presente cuando el Destino llame a tu puerta”. Un vulgarísimo oráculo digno del peor astrólogo encargado de los horóscopos con instrumentos inadecuados, cartas celestes equivocadas e nociones falsas sobre astrología.
Aquel día, sin embargo, Jonás se habría levantado de su lecho con el ánimo pleno y creyendo en sortilegios y en supersticiones, habría salido a la calle con una sonrisa en la cara. Habría sido un bonito día de primavera y todo habría estado en su lugar. Entonces él habría conocido a alguien capaz de convertirse en su mitad y en su meta, de completar aquello que a él le faltaba. Quizás fuera una bella mujer la que colmase sus deseos. Quizás un querubín emprendedor con interesante proposiciones que hacer. Acaso un gran empresario, perdido amigo de confianza de Jonás llegado del más lejano pasado. Pero, en cualquier caso, la expresión del rostro de Jonás habría comunicado confianza y entusiasmo. Jonás se habría presentado entonces a su superior e la oficina, o a su capataz en la fábrica y habría presentado una renuncia. Sus compañeros le habrían tachado de imprudente «Non se puede» habrían marujeado entre ellos «dejar un trabajo digno como éste en un país en donde el trabajo de bien no existe», pero, en las profundidades de sus respectivas almas, le habrían envidiado. Uno que recorría el camino a la perdición en el sentido opuesto.
Jonás se habría encontrado al día siguiente con aquel que, se le había augurado, debía cambiarle la vida. Habrían bebido un par de cafés en un antiguo Rick’s y habrían acabado, quizás, en un bonito hotel, en un lugar menos sórdido.
Quizás habrían visitado un hermoso local donde habrían proyectado instalar un bar con mucho glamour.
Sea como fuere, aquella noche Jonás habría tenido aún una bonita sonrisa en la cara y habría empleado horas en dormirse. Los números le habrían bailado en la cabeza al ritmo de las agujas del reloj que en ese momento habría tocado las dos de la madrugada. Quizás habría soñado con escenas románticas con su enamorada.
A la mañana siguiente, alguien le habría dado aún alguna buena noticia. Todavía buenas expectativas. Una vida normal que se presentaba llena de flores, de bellos colores. Un futuro, un capital, una pareja… ¿Quién sabe?
Las cosas se habrían precipitado a un final no feliz…
- Perdone -habría oído pronunciar a una voz desconocida al otro lado del auricular- pero se ha equivocado de número, aquí no hay ninguna Bérthe.
- Pero… ¿está usted seguro de que ese es el 925556754?- habría preguntado Jonás- Ella dijo que…
- ¡Por supuesto que sí!- le habría interrumpido la voz al aparato- me excuse, señor, resígnese, aquí no hay ninguna señorita con ese nombre. Hasta la vista. – Habría acabado la llamada.

Acaso, consultando movimiento de su cuenta en el banco, habría encontrado bonitos números rojos allá donde antes hubiera muchos dineros ganados con gran esfuerzo. Su trabajo, perdido. Un futuro aun más negro, y quizás el corazón destrozado. Es verdad que aquel que se empeña en ello, se las puede arreglar para salir delante de las más negras situaciones. Pero Jonás, creyente en sortilegios y en supersticiones, no habría pensado en ello. Jonás habría escuchado a aquel diletante. Ese sonido lóbrego en mitad de la noche oscura, en un barrio tenebroso de una gris ciudad.
A Jonás le habría faltado algo… un poco de voluntad acaso, un pensamiento más frío y calculado, quizás. Jonás se habría obstinado en escuchar esa música y se habría dejado arrastrar por un torrente de violentas y arrolladoras emociones de vacío absoluto y habría olvidado haber sido feliz nunca. La primera lágrima que cayera al suelo le habría recordado la muerte de su padre. El suspenso cuando en párvulos no había sabido recitar de memoria un poemilla. El tortazo recibido cuando, de niño había intentado besar a Alba. Se habría mirado las manos. Habría estrechado los puños para darse fuerzas. Un vacío en la boca del estómago le habría recordado su profunda miseria y después de un desconsolado llanto, hipando, se habría matado de alguna forma romántica.
Pero Jonás no vive en nuestros días. Jonás sobrevivía en el vientre de una ballena y empezaba a creer en algo. No se preocupaba por las altas emociones que llevan a la muerte y experimentaba una elevación mística.
Empezaba a confiarse a Dios.

1 Comments:

Blogger Lince said...

he tenido que buscar al menos una palabra en el diccionario.
leendole a usted aflora mi incultura.
este cuento tiene un par de frases perfectas, como usted.

abrazos

28/10/05 19:27  

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